Desenfoque
La manera de vivir que nos hemos inventado incluye una voz en la cabeza que nos indica constantemente lo insatisfactorio que es el presente debido a que no sucede lo que deseamos que suceda, o lo temeroso que resulta ser el presente por miedo a que en un futuro imaginado termine sucediendo lo que no queremos que suceda.
Los seres humanos, muchas veces buscamos la perfección incansablemente, llegar al final del camino, nos enfocamos tanto (a veces) en una meta o fin que olvidamos completamente otros aspectos de otras metas. Olvidamos que somos seres que vamos aprendiendo día con día, que es válido fallar, errar, equivocarse. Que no está mal desenfocarnos en algún momento, porque eso nos ayuda a ver las cosas desde otra perspectiva, y quizás eso nos ayude a fijar un nuevo enfoque sobre cómo hacer algo, que hacer, cómo seguir, cómo mejorar, a dónde ir, que probar.
A lo largo de mis años, en base a mis experiencias y lo que he vivido, he logrado darme cuenta de que somos seres cambiantes. Que estamos rodeados de una enorme cantidad de grandes posibilidades. Y que siempre está en nuestras manos elegir. Tal vez muchas veces tomamos desiciones y después nos encontramos en situaciones en las que surgen preguntas como: ¿Y ahora qué hago? ¿Qué es lo que sigue? ¿Y si hubiera tomado tal o cual decisión? ¿Si hubiera elegido otro camino? ¿Y si no resulta? ¿Y si no sucede cómo quizás espero? Entre varias más. Pero lo interesante de todo esto (al menos para mi) es que, sea como sea, no debemos limitarnos a tener que seguir un camino o patrón, solo porque esa era la idea original desde un inicio, como si fuéramos un tren siguiendo la vía en una sola dirección; es sorprendente cómo muchas veces dejamos ir cosas u oportunidades por temor, porque simplemente no estaba en el plan, porque se sale de nuestro itinerario de vida; como si estuviésemos tan seguros de que el camino que hemos tomado es el destino final.
Por propia experiencia, sé que hay tantos caminos como oportunidades; que si llegamos a un punto donde queremos retroceder, lo podemos hacer y volver a comenzar en ese nuevo punto de partida.
Sé que en ocasiones la vida nos hará tropezar y caer tantas veces (quizás hasta de la misma manera) hasta que al fin logremos entender que debemos hacer un cambio en nuestro propio proceder. De nada nos sirve estarnos quejando de que todo sea igual o de que las cosas no mejoren, si nosotros mismos no nos disponemos de hacer algo para que sea diferente. Nunca, nunca, nunca podremos cambiar las circunstancias que nos han tocado vivir o que nos tocará vivir. Nunca, nunca podremos elegir los acontecimientos. Nunca. Pero siempre, siempre podremos elegir nuestra actitud. Siempre. Esa es nuestra gran libertad. Tú eliges tu actitud, tú eliges si vas a luchar o vas a quejarte, tú eliges si vas a ser positivo o negativo, tú eliges si vas a ser optimista o negativo, tú decides si vas a perseverar o vas a lamentarte. Solo tú haces esa elección. Solo tú. Y cada elección, cada desicion, cada instante, cada comportamiento en tu vida te acerca un poquito más a la grandeza o te acerca un poquito más a la mediocridad.
A veces es necesario llegar a un punto de quiebre tal, que ese nos haga sentir que algo cambio en nuestro interior, para intentar (al menos) hacer las cosas de otro modo. No digo que siempre debamos rompernos para querer hacer las cosas distintas, pero generalmente (creo) rompernos nos ayuda a vernos en pequeños fragmentos, en los que podemos irnos enfocando poco a poco, uno por uno, hasta así poder descubrirlos y permitirnos explorarlos más a fondo, y con mayor detalle. Quizás en unos de esos fragmentos encontremos partes que creíamos perdidas o que no sabíamos que estaban.